Hoy he escuchado a un conferenciante referirse a los tiempos que se avecinan como la época, la oportunidad de los buenos profesionales.
Y me ha hecho reflexionar. ¿Quién es un buen profesional? ¿Cómo se mide? ¿Cuáles son las variables que componen un buen profesional?
Estos días he asistido con estupor y tengo que decirlo, con tristeza, a un debate en MEDFAM en el que se usaban términos como:
- Los médicos titulares, por desgracia más añosos y por estadística menos críticos con la autoridad
- La guerra son jóvenes soldados peleando y muriendo y viejos discutiendo y pactando vosotros (y los sindicatos) con vuestra explotación silenciosa y consentida a los suplentes durante años os habéis quedado sin soldadesca, convertida en una banda de asesinos a sueldo sin lealtad ni sentido de pertenencia. Así que les toca a los viejos dejar de charlar y coger la bayoneta si quieren defender sus ideas.
- Nunca se vio una guerra geriátrica, excepto en algún sketch de Monty Python.
- A un compañero le queda poco para jubilarse con la pensión máxima. No quiere ni acordarse donde ha estado trabajando los últimos años. Le importa un rábano a quien pongan en su lugar ni hacia dónde va la atención primaria. Ya dio las batallas en su momento y no sirvieron de nada. Ahora me dice “que salga a cazar ladrones el que tenga algo que guardar”.
- No lo ignora (sabe hasta leer, escribir y todo eso),
Evidentemente para los autores de los escritos la EDAD es un variable determinante para clasificar a los profesionales. En este caso, para mal, como malos profesionales
Si bien es cierto que en muchas personas una experiencia de 30 años no es más que la experiencia de un año repetida 30 veces, no es menos cierto que en otras personas, aun siendo jóvenes, el haber pasado por la universidad (la académica y la de la vida) no supone que la universidad (la académica y la de la vida) haya pasado por ellas.
Plantear que el sexo, el color de la piel, las creencias religiosas o el tamaño del apéndice nasal son variables que definan a un buen profesional provocaría rechazo cuando no cometarios despectivos e irónicos, pero la argumentación de la edad no parece provocar la misma reacción.
A mi edad, 58 tacos, aun no estoy en el atardecer de mi actividad pero tampoco voy a negar que estoy en una sobremesa tardía pero ello no me califica ni de buen ni de mal profesional.
Hay dos variables por las que yo apuesto: la APTITUD y La ACTITUD
No sólo hay que ser APTO (cada uno tiene que saber de lo suyo) sino mantener la APTITUD (actualizar lo que uno tiene que saber de lo suyo). Mantener las habilidades que uno posee, trabajar en mejorar las que uno no domina, explorar nuevas, adaptar las que uno posee a los nuevos escenarios y ser consciente de las limitaciones.
Pero esto es imposible sin ACTITUD. ¿Cómo uno va a reconocer sus limitaciones, sus carencias sin una actitud autocrítica? ¿Cómo se va a adaptar a los nuevos escenarios, a la realidad cambiante, a las nuevas tecnologías si no tiene una mente abierta, acepta la colaboración, disfruta compartiendo y explorando?
El conocimiento es el único elemento que aumenta su valor si se comparte. Pasar del concepto de "mi tesoro" a "nuestro tesoro" compartido, ni tuyo ni mío, de todos y al servicio de todos. Incluso de los veteranos. Algo podré aportar a los más jóvenes y algo aprenderé de ellos pero aportaré y/o aprenderé si soy/son aptos (sé/saben) y tengo/tienen buena actitud para compartir lo que sé/saben. En caso contrario los tiempos venideros será la época de los malos profesionales (porque no habrá otros)
Actitud. Como a los rockeros o a los toreros, a un buen profesional se le debe distinguir, a leguas de distancia, por la actitud.
ResponderEliminarEn el debate que comentas, y en otros similares, precisamente escasean las buenas actitudes. Por mucha experiencia, ego, MBA y esgrima dialéctica que les adorne. MEDFAM se parece, a veces, demasiado a un Gran Hermano
pasado por la facultad.
Un abrazo, Rafa
A tus pies Rafa !!!
ResponderEliminar¡Plas!¡plas!¡plas! (que son aplausos)
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