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domingo, 12 de diciembre de 2010

Las pruebas complementarias


No hay duda. Es uno de los nudos gordianos del sistema. Un punto estrecho, un embudo en el flujo de cualquier proceso sanitario.

Y es curioso que no se suela abordar como un factor crítico de éxito (o de fracaso) en los análisis de los sistemas. Con ellas, se dan por hecho muchas cosas. Por ejemplo, nadie plantea una campaña entre las otras especialidades diferentes a la primaria para racionalizar los criterios de petición. Si el trauma pide una RMN de la rodilla nadie duda de su pertinencia aunque tal vez con aquellas antiguas pruebas exploratorias se pudiera descartar una patología meniscal.

Pero vamos por partes.

Definir el problema: Las máquinas no son chicles extensibles y hacen las pruebas de una en una. Normalmente precisan de personal para su realización. La demanda de pruebas supera en mucho (y es una cuestión que no cesa, ni cesará) la capacidad de producción de la pruebas en la situación actual.

Por tanto, se podría trabajar con la demanda e intentar ajustarla a protocolos específicos, sobre todo en aquellas que están muy retrasadas en sus listas de espera. Recordar a los profesionales que no ha desaparecido la entrevista con el paciente, la exploración y pruebas sencillas que no precisan de tanto aparataje. Y recordar que un poco de incertidumbre no es tan mala. Los de primaria tenemos toneladas de incertidumbre que podemos donar a nuestro compañeros en plan ONG si fuera menester.

Se podría trabajar con la producción. Lo bueno que tienen en general es que son máquinas y por tanto no se estresan como los controladores. Pueden trabajar en tres turnos e incluso en festivos. Precisan personal. Pero cada vez es más habitual que dichas pruebas las realicen Técnicos (os recuerdo un estudio muy comentado y premiado por lo bien que hacían los ecocardios los técnicos en el H de Galdakao). No obstante, habría que ampliar su número y contratar a médicos para su interpretación e informes si queremos aumentar la producción.

¿Y todo esto para qué? ¿Os imagináis un idílico sistema sanitario en el que las pruebas complementarias se realicen en el día o al día siguiente? Pues si esto fuera posible no cambiaría nada. Absolutamente nada. Los tiempos de espera global del sistema serían los mismos e incluso es posible que aumenten la demanda ante la capacidad resolutiva del sistema. Y por otra parte, se produciría una hecatombe en la medicina privada ya que estas demoras son uno de los pilares fundamentales de su existencia. Y ojo con alterar los equilibrios y las situaciones ad hoc.

Os cuento una anécdota personal. El cardiólogo de referencia que les corresponde a mis pacientes tiene la costumbre (supongo que buena) de pedirles pruebas complementarias (ecocardios, pruebas de esfuerzo, holter de arritmias, etc). No tengo muy claro por qué lo hace o para qué necesita estas pruebas. Os explico mis dudas. Cuando los pacientes salen de la consulta, se acercan a pedir las citas correspondientes que suelen rondar en torno a los tres meses más o menos. Pero ahora viene los bueno: Si tienen el resultado de las pruebas en tres meses, los pobres angelitos esperan que el cardio los vea en unas fechas posteriores a los resultados. 3-4 semanas les parecería lógico. Pero no, les dan una cita para que el especialista que les ha pedido las pruebas, las vea y las valore, al año de la consulta inicial. Y digo yo. ¿Para qué necesita una prueba complementaria si en un año no te va a ayudar a tomar una decisión, aclarar una duda o discernir en un algoritmo de diagnóstico diferencial?

Los pobres pacientes, entre incrédulos y asustados, preguntan: ¿cómo puede ser eso?, que si la prueba dice que tienen algo malo ¿cómo voy a esperar tanto tiempo ? etc, etc. La respuesta que dan desde la consulta de cardio es: QUE LA VEA EL MÉDICO DE CABECERA Y SI HAY ALGO IMPORTANTE YA TE MANDARÁ A LA CONSULTA CON CARÁCTER URGENTE. Y así es. Yo me he convertido en un experto en pruebas complementarias cardiológicas, en su valoración y en tomar decisiones con ellas. Ello me supone un aumento de visitas (para valorar unas pruebas que yo no he pedido) y asumir una responsabilidad (al interpretarlas y tomar decisiones). Pero lo hago encantado porque les ahorro a los pacientes 8 meses de angustia con el sobre del resultado de la prueba en la mano y sin saber qué hacer.

Pero lo que no hago tan encantado es ser el siervo humilde del señor especialista. El otro día valoro una prueba de esfuerzo claramente positiva. Se lo comento al paciente y le indico que el cardio le debe ver con carácter indemorable. Sube el paciente a la consulta del cardio, ya que ese mismo día tenía consulta, y le dicen que no le atienden si no le hago un volante urgente explicando los motivos para atenderle.

Tras de cornudo, apaleado dice el dicho popular.  El señor cardiólogo no es capaz de gestionar su propia consulta (con lo fácil que es: Orden al AAC: Le da una cita 4 semanas después de la fecha de la prueba y si no hay huecos, los fuerza). Pide pruebas que piensa valorar un año después sin conocer si tienen importancia o no (si da igual como esté el resultado para qué se piden). Si alguien se molesta en hacer parte de su trabajo con una valoración intermedia, es incapaz de asumir su error y se pone chulito en un alarde de inconsciencia profesional (si no viene con volante urgente no le veo. ¡MALDITOS BURÓCRATAS!).Y que pasa. NADA DE NADA.

Ahora entiendo por qué nadie habla de las pruebas complementarias como un problema del sistema sanitario. ¿Para qué? Si aunque lo consiguiéramos resolver no serviría de nada.

Mientras, os dejo con este video que creo que define la actitud que debe de tener la Atención Primaria en estos momentos.