Llega septiembre. En la Rioja inician la vendimia y en Osakidetza comenzamos con la Campaña de la Gripe. Es inevitable. Todos los años igual. Y digo igual porque nada cambia. Bueno, este año tenemos alguna novedad.
CR7 y yo estamos tristes. El por cosas crípticas que sólo sus próximos conocen. Yo, porque septiembre tras septiembre me planteo el mismo dilema y paso por la misma frustración al no poder contar con un debate serio, en un entorno de profesionales sanitarios, acerca de la vacuna.
Impertérritos a la realidad de que no les hace caso ni el apuntador, los que cuestionan la vacuna intentan aportar toda la evidencia al respecto por los canales en los que se mueven, pocos y endogámicos. Pocas labores han sido y son tan entusiastas y tan poco eficaces. Por el otro lado, los chicos y chicas de la salud pública, fieles a su estilo. Silencio absoluto. ¡Chitón, que son cuatro y se agotan enseguida!
Y mientras, los normalitos, los profesionales de a pie, lo que usamos el método científico de la duda permanente, reclamamos una y otra vez ese debate en nuestra comunidad para poder aclararnos un poco tras un careo de argumentaciones científicas, donde estoy seguro que al final nada será blanco o negro sino toda una gama de matices que irán desde el blanco roto al gris perla. Pero nos siguen hurtando el debate. ¿Por qué?
Entre los grupos en los que se aconseja la vacuna estamos los profesionales sanitarios. Los resultados de coberturas en nuestro colectivo suelen ser penosos. El Consejero Bengoa el año pasado apeló a estrategias novedosas para aumentor sus cifras pero los resultados fueros descorazonadores. Este año vuelve a apelar a nuestra capacidad de autorregulación con frases poco afurtanadas "Bengoa ha defendido seguir apostando por la autorregulación de los profesionales frente a las medidas impulsadas por otros países, que han comenzado a obligar a los sanitarios a vacunarse para poder mantener el contrato de trabajo." Que digo yo, que a lo mejor es mas eficaz que esto de las amenazas veladas el debate que uno lleva proponiendo año tras año sin resultado alguno, convencer en lugar de vencer, y lo hago apelando a la "autorregulación" del sector sanitario. Pero me temo que esta opción ni está ni se le espera.
Decía que este año hay alguna novedad en la campaña. Esta temporada, la crisis ha liquidado la campaña institucional (400.000 €), así que nos quedamos sin carteles ni anuncios al respecto. Por tanto, la labor de difusión y persuasión recaerá, más si cabe, en los profesionales. Los mismos que deshojamos la margarita de la duda permanente. Aunque vamos a contar con los elementos de la modernidad. Se les va a mandar a los pacientes, de los que se tenga el teléfono móvil, un sms recordatorios. También vamos a llegar de forma masiva a los mayores de 65 años a través de Faceboock y Twitter (llevo un rato partiéndome la caja con este chiste, ¿porque será un chiste?).
Resumiendo. Uno duda. Al mismo tiempo descargan sobre sus hombros más carga que nunca en la persuasión y en la difusión de la campaña. De forma incomprensible, le niegan el debate para aportar luz en su duda. ¿Qué debo hacer?
Pues al final sólo me quedan dos opciones. Seguir clamando en el desierto por el debate que nunca llegará y recomendar a mis pacientes diana que lo hagan y ser coherente con esta postura y vacunarme yo también. Pero que conste que lo hago por "imperativo legal"
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