jueves, 29 de noviembre de 2012

Los SYSADOAS si tienen quien les escriba


Al contrario que el pobre coronel que no tenía a nadie que le escribiera,  a los SYSADOAS le escriben a pares. Pero no son unos pares cualquiera. No. Tienen cosas en común. Las escribientes son mujeres, farmacéuticas y ambas se apellidan CALVO. No me digáis que no es una casualidad

Pero no es lo mismo, ni los mismo da, un calvo que otro calvo o en este caso una calva que otra calva,

Por un lado tenemos a Rosario Calvo, Catedrática de Farmacología de la UPV que acaba de publicar en la Gaceta Médica de Bilbao el artículo que os adjunto.

En el se declara firme defensora de los mencionados fármacos con declaraciones que no dejan lugar a dudas en relación al tema que nos ocupa: "La intención del presente trabajo es extraer de dichas publicaciones aquellos aspectos que puedan ayudar a los responsables de la salud a entender las circunstancias de esta situación y a aceptar la evidencia que declara a los fármacos acusados, no culpables" "falsa acusación"

La autora hace declaración explícita de ausencia de conflicto de intereses
Sysadoa010

Y por otro lado, casi coincidiendo en el tiempo, otra Calvo, Cecilia Calvo en un estupendo artículo que aborda temas de financiación y economía de la salud, al respecto escribe

Condroprotectores: una eficacia cuestionada

Los condroprotectores, también llamados SYSADOA (Symptomatic Slow Acting Drugs for Osteoarthritis), son un grupo de medicamentos empleados para el tratamiento sintomático de la artrosis. En nuestro país, tres fármacos de este grupo están autorizados e incluidos en la prestación farmacéutica del Sistema Nacional de Salud (la glucosamina, el condroitín y la diacereína, todos de administración oral), además de alguna formulación para administración intraarticular. En muchos países de nuestro entorno no están comercializados como medicamentos, sino como suplementos nutricionales o nutracéticos. En otros, como Suecia o Dinamarca, se adoptó, en 2010 y 2011, respectivamente, la decisión de retirar la glucosamina de la financiación, fundamentándola en que no había demostrado efectividad como tratamiento sintomático de la artrosis.4, 5

En España, los tres fueron autorizados hace varios años mediante procedimiento nacional a través de la AEMPS6tras publicarse diversos ensayos clínicos de pequeño tamaño, de corta duración, en ocasiones con deficiencias metodológicas importantes, con resultados discrepantes entre algunos de los estudios y, en su mayoría, financiados por empresas con intereses en la producción o comercialización de este tipo de medicamentos, en los que se ponía de manifiesto una modesta eficacia sintomática.7 Su utilidad en el tratamiento de la artrosis ha sido cuestionada posteriormente en numerosas ocasiones.

En el año 2006 se publicaron los resultados del ensayo clínico GAIT8 , promovido por los National Institutes of Health norteamericanos, en el que se observó que después de 24 semanas de tratamiento, ni la glucosamina ni el condroitín sulfato, ni la combinación de ambos fueron más eficaces que el placebo en la reducción del dolor en pacientes con artrosis de rodilla. Y en 2010 se publicó un metanálisis9 que volvió a poner de manifiesto que ni la glucosamina, ni el condroitín, ni la combinación eran superiores al placebo en el control analgésico en pacientes con artrosis de rodilla o cadera.

A pesar de estos hallazgos de los estudios, no hay constancia de que la AEMPS haya iniciado ningún procedimiento para reevaluar la autorización de comercialización de estos medicamentos. Si la eficacia sintomática de los condroprotectores fuese nula o clínicamente irrelevante, es posible que su balance beneficio-riesgo ya no fuese favorable y, por tanto, se estaría exponiendo a los pacientes a un riesgo potencial de reacciones adversas o interacciones con otros medicamentos a cambio de nada.

El caso de los condroprotectores no es el único. En el mercado farmacéutico español hay varios grupos de medicamentos de cuya eficacia o efectividad poco se sabe. Se trata sobre todo de fármacos antiguos que no disponían de ensayos clínicos adecuados en el momento en el que se autorizaron y con los que no se ha seguido investigando, como los venotónicos para el tratamiento de la insuficiencia venosa crónica, los vasoprotectores para el deterioro congnitivo asociado a la edad, los mucolíticos empleados en diversas enfermedades respiratorias o los extractos de plantas para el tratamiento de los síntomas asociados a la hiperplasia benigna de próstata. Esos medicamentos están ahí, muchos profesionales los cuestionan, pueden ser más perjudiciales que beneficiosos para el paciente (no sólo por las reacciones adversas que puedan provocar, sino también por los problemas asociados a la polimedicación), pero la autoridad sanitaria competente no se cuestiona la pertinencia de que continúen comercializándose.

Por ello, es imprescindible que la AEMPS ponga en marcha los mecanismos apropiados para reevaluar los datos de eficacia de medicamentos insuficientemente avalados por la evidencia científica –actividad que debería consolidar como función reguladora permanente– y ordene la suspensión de comercialización cuando el balance beneficio-riesgo no sea el apropiado, no por exceso de riesgo, sino por ausencia de eficacia. Esta actividad debería ir necesariamente acompañada de una apuesta decidida por la promoción de la investigación clínica independiente, encaminada a obtener información sobre la efectividad, en condiciones de práctica clínica habitual, de medicamentos que ya no son de interés para la investigación de la industria farmacéutica, bien porque se trata de moléculas antiguas que generan pocos beneficios o bien porque se emplean en áreas de la terapéutica poco rentables.

Y uno que no es calvo aunque lleve camino de serlo se debate entre la Calvo que es de Bilbao (y eso, quieras que no, te  puede hacer perder el norte) y la solvencia de la otra Calvo a  la que sigo desde que se me atragantó un Comprimido.

Pero a pesar de que el factor cancha pesa en la decisión, hace mucho que soy fan, follower, y lo que haga falta, de Cecilia así que va a ser que la Uni no es el pozo de ciencia que uno pre-suponía y me decanto claramente en la opción favorable a que la AEMPS se replantee la financiación de los SYSADOAS. Aunque uno en estos temas no pasa de ser un chiquilicuatro, pero por opinar que no quede.

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