lunes, 15 de octubre de 2012

Carta abierta al (futuro) Consejero de Sanidad de Euskadi





Estimado Consejero:

Vivimos momentos de crisis y vivimos momentos electorales. En este contexto, me apetece aportar una reflexión previa al resultado de las próximas elecciones y sin  conocer a las personas en las que va a recaer la futura responsabilidad de guiar, de pilotar, la nave de la sanidad en Euskadi en los próximos cuatro años.

Sirva esta reflexión para manifestar de forma explícita mi actitud para colaborar con Usted y con la futura administración en pro de una sanidad enfocada hacia la mejora de la salud de nuestros conciudadanos (vamos, como siempre, Consejero). Pero al mismo tiempo me apetece poner en valor los principios que considero deben acompañar a la gestión sanitaria en Euskadi. (Las reglas de juego, para entendernos)

La crisis y las limitaciones presupuestarias han puesto en marcha una espiral de decisiones en las que de forma un tanto incomprensible predominan las líneas de actuación que inciden en los recortes y muy pocas decisiones que trabajen de forma seria en líneas de reformas.

La situación estructural sanitaria, desde tiempos anteriores a la crisis, clamaba por reformas que reenfocaran la deriva sanitaria con criterios de eficiencia. La situación de crisis no ha hecho sino poner en evidencia esta necesidad. Pero en vez de transformar el problema en una oportunidad parece que las decisiones cortoplacistas solamente plantean soluciones de ajustes presupuestarios sin contemplar ni valorar a medio o largo plazo las consecuencias de su implantación y obviando otros medidas que incidan en cambios a medio plazo que resulten más eficientes.

Plantear reformas en el sistema implica tener claro de forma meridiana los valores que deben primar en la toma de decisiones.

La equidad y la universalidad que han caracterizado a nuestros servicios de salud no pueden dejarse aparcados en la cuneta. Forman parte de la esencia de la sociedad que hemos conseguido y deben seguir siéndolo de la sociedad de las generaciones que nos sucedan.

Pero tampoco la eficiencia de las decisiones que se planteen puede quedar al margen. Y estas decisiones solamente pueden tener como base la evidencia científica y el consenso con los profesionales para poder proponer nuevas estructuras con nuevos servicios para la ciudadanía. Sólo con racionalidad y optimización de los recursos se podrá garantizar una sostenibilidad de la sanidad sin renunciar a los criterios mencionados.

Conceptos como desprescripción o prevención cuaternaria pueden ser nuevos para muchos compañeros pero no son más que las consecuencias de hábitos o formas de hacer que nos han abocado a un medicalización de las cosas naturales de la vida con resultados, en algunos casos nefastos, donde los secundarismos superan con creces a los beneficios.

El ciudadano del siglo XXI no concibe una labor asistencial fragmentada. Espera que el sistema de una respuesta integrada e integradora a sus problemas. Espera que todos los profesionales que intervengan en su cuidado manejen una información única y de calidad.

Ello nos aboca a la utilización de herramientas unificadas donde la tecnología debe estar al servicio de los ciudadanos. Donde el paciente es de todos y no es de nadie. Donde la integración de los distintos niveles asistenciales debe ser una realidad

Soy consciente de las resistencias que se plantean entre todos los actores del mundo sanitario ante planteamientos de cambios. Pero no son momentos de actitudes egoístas, donde lo local, lo personal, prime sobre un proyecto colectivo.

Uno de los factores claves para poder conseguir el éxito en los cambios es contar con la consulta, la participación y la implicación de los profesionales, que a la postre van a ser los encargados de desplegar y desarrollar los nuevos modelos que se propongan.

Las políticas de buen gobierno, de buena gobernanza, de forma que todos vean que la teoría se transforma en realidades, con transparencia y participación, pueden ser un pilar clave para lograr éxitos ante cualquier planteamiento de cambios.

Apuesto por un perfil de gestores profesionalizados que puedan aplicar criterios de gestión al margen de los vaivenes que la política y la demagogia populista generan, tan proclives a marcar las decisiones de la organizaciones sanitarias.

El espíritu liberalizador que parece acompañar a la crisis amenaza a la sanidad pública. La sanidad pública y la sanidad privada son dos aspectos complementarios que deben convivir en armonía y en colaboración pero desde perspectivas de autogestión. Mi rechazo personal absoluto a políticas que desmantelen los servicios públicos o mermen su calidad para a la postre favorecer transvases a la actividad privada. La buena salud de la sanidad privada debe basarse en la calidad de sus servicios y no en el deterioro de la salud de la sanidad pública.

Por fortuna, el concepto de salud supera con creces el meramente sanitario. Pero la prevención de la salud, su promoción, los aspectos socio sanitarios que la acompañan, la dependencia etc. implica la coordinación de múltiples áreas de trabajo y del fruto de este esfuerzo dependen los logros o los fracasos en torno a la salud.

Las circunstancias actuales van a exigir de todos los profesionales sanitarios que seamos, más aun si cabe, unos profesionales comprometidos con la sociedad ya que las consecuencias de la crisis se está cebando en las clases sociales más desfavorecidas.

Por último unos consejos aunque ya sé que no los necesita y sé que no me los ha pedido


  • Rodeese de gente sensata.
  • Rodeese de profesionales.
  • Huya de los gestores políticos cuyo único mérito es ser "del partido"
  • Si en un mes ninguno de sus asesores le ha llevado la contraria, despídalos.
  • No olvide que es el Consejero de todos los vascos.
  • Que los grandes proyectos no le impidan ver los problemas de todos los días.
  • No olvide que los cambios precisan de las personas.
  • Las vueltas de tuerca sucesivas corren el peligro de transformarse en una rosca sin fin lo que equivale ir a ninguna parte.
  • A pesar de que el papel lo aguanta todo, no olvide que una cosa es predicar y otra dar trigo.

Espero (futuro) Consejero (o Consejera) que podamos colaborar en los próximos cuatro años y que ello se deba a que sus principios y motivaciones coincidan en muchos aspectos con los míos. 

Le deseo mucha suerte en su desempeño ya que ello supondrá un beneficio para todos.

Reciba un cordial saludo

Rafael Olalde

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