jueves, 28 de noviembre de 2013

De cómo se puede reescribir la Wikipedia



Erase una vez un grupo de cortesanos a los que el Rey les encargó una encomienda. Puso a su disposición abundantes medios para lograr los objetivos que se les requerían. La materia en cuestión no era nueva por lo que las experiencias previas servían como apoyo fundamental para conocer y valorar los puntos fuertes y las debilidades para lograr el éxito.

Pero la fecha límite puesta por el Rey para entregar el resultado pedido se acercaba y la sensación de que los resultados no iban a ser, ni de lejos, los esperados empezó a turbar a los cortesanos.

¿Pero qué está pasando? clamaban algunos. ¡El tiempo final se acerca y esto no funciona como debiera! afirmaban otros.

De inmediato se empezó a enumerar una retahíla de excusas que justificara el sombrío panorama. 

Desde el fondo de la amplia estancia se alzó una voz que dijo: Tal vez sea el momento de repasar lo que hemos hecho, o hemos dejado de hacer, para vernos en esta situación. Tal vez un poco de autocrítica nos ayude a entenderlo.

Todos los ojos del resto del grupo se volvieron con tono de reprobación ante la voz disonante. El autor del comentario agachó la cerviz y bajó la mirada. Comprendió rápidamente que ese camino propuesto era un grave error y recogió velas maldiciendo, una y mil veces, no haberse mordido la lengua a tiempo. ¿Me pasará factura este desliz? se preguntaba una y otra vez la voz, ya enmudecida, del fondo.

El silencio se estaba adueñando de la reunión y adquiriendo tal densidad que amenazaba con bloquear cualquier solución al desaguisado que se avecinaba.

Fue en ese momento cuando surgió una heroína que, a modo de San Jorge decapitando al dragón, propuso la solución al caso

¿Y si le echamos la culpa a algún pardillo?

Tras un primer momento de indecisión la propuesta fue relajando a unos y animando a otros al comprobar que, si bien no tenía mucha consistencia, si que podría desviar la atención sobre la responsabilidad de lo que pudiera acontecer. Y ni cortos ni perezosos, el grupo, como Fuenteovejuna, se conjuró en torno a la propuesta y sin verbalizarlo, todos asumieron la solución planteada.

¿Y a quién le echamos la culpa?

Aquí fueron las atipladas voces del este de la estancia las que tomaron la voz cantante y prestas, asignaron responsabilidades. 

Tiene que ser alguien conocido para escarnio del pueblo y para que este aprenda, en cabeza ajena, que nosotros nunca cometemos errores, murmuraban entre dientes y por "los bajines" al tiempo que se conjuraban en mantener un silencio sepulcral acerca de esta disertación intelectual que pudiera avergonzar hasta a los más desvergonzados.

La culpa de la muerte de Manolete la tiene "Fulano, concluyeron tras un intenso análisis de los datos que manejaban y que permitía, a bote pronto, estructurar una acusación aparentemente fundada.

Pero había un serio problema. Resultaba que a Manolete le mató en Linares, un toro llamado Islero  y que "Fulano" ni es toro, ni se llama Islero ni ha estado nunca en Linares. Va, paparruchas, exclamaron los mas proactivos con la propuesta. Total, eso es lo de menos

¡Qué más da, chillaron los líderes del cotarro, que sea un toro o un chivo (expiatorio)! El caso es que no parezca que nosotros tenemos alguna responsabilidad en el resultado y sobre todo, que nuestras carreras "digitales" no se vean comprometidas".

Y así fue como a partir de ese día en la Wikipedia figura que a Malolete le mató de una cornada, un chivo, que no un toro, llamado " Expiatorio", que no Islero.

Aquella tarde recibió una mortal cornada de un miura chivo de casi 500 kg llamado Islero Expiatorio, que le atravesó el muslo derecho con uno de sus pitones, destrozando el triángulo de Scarpa.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado y cualquier parecido con la realidad, no es fruto de la coincidencia, si no fiel reflejo de los hechos


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